La poesía de Jean Aristeguieta, estudio y antología.
Autor: Hugo Emilio Piedemonte
Ediciones Agora, Madrid, 1955.
Resumen:
El análisis del autor inicia con lo que la propia poeta Jean Aristeguieta ha escrito sobre su formulación poética, conocida en su Manifiesto:
“Esta es la historia capital de mi nombre por pasión y sueño de la Poesía. Este es el torrente maravillado de mi acento con alas y violencias de integridad, con desesperaciones y éxtasis, con fuego de oro en las mejillas, rodeándome de ternura inefable. Porque simplemente soy de la Poesía, a quien sirve con el ardor de mi mensaje de viento, de nostalgia, de lucidez, de tormenta, de rocío y de música del cielo, de bruma tornasol y de rayo, de lirio bañado por la lluvia nocturna, de amor vertiginoso y verdadero” (Pág. 21).
Jean, dice Piedemonte, catea el alma de su pueblo con instinto liberador y comunicativo, un aspecto que realiza con una vibrante peculiaridad simbólica, no sólo poética sino histórica y por tanto social y esencial que es Bolívar, con la presencia de su nombre y por sinonimia, porque tácitamente cuando se escribe libertad, la palabra contiene a quienes la han sustentado. La cultura de esta poeta, añade el autor, muy sensible y muy versátil, no es sólo reserva, depósito de valores, esos valores son transformados y aquellas reservas gastadas en nuevas inversiones de poesías.
Mantiene su prioridad americanista, invoca y evoca las cosas como son, le canta a Bolívar y, en él, a su pueblo, y éste es uno de los aspectos más extraordinarios, lo americano en Jean es inmediato.
Destaca su prosa que aunque combativa y social (...), no deja de tener un clímax lírico, su gradación estética, lograda sin incurrir en eufemismos vergonzantes. Los ejemplos suyos son una verdadera catarsis, encontrándolo en cada verso como señal de un ideario alerta…frente a ese mundo de la podre, importado de una Europa infraespiritual…
“Castigos para los enemigos de la patria. Azufre para los que se venden y calumnian. Exterminio para los que niegan tu credo. Padre mío padre mío. No dejes que el farsante oprima al justo” (Pág. 37).
Gran parte de su obra está dedicada a la exaltación de América, especialmente su país, dice Piedemonte, así la fauna y la flora campean verídicas y triunfantes en la expresión, impregnando el verso de una silvina hermosura. Pájaros y flores, árboles y ríos conviven en su égloga. La naturaleza se presenta intensiva, rezuma una vívida –y casi fabulosa- creación bucólica.
Bolívar es una temática constante, enfatiza Piedemonte, en cada palpitación de los versos, en el ímpetu de cada frase, resuena el épico redentor de Carabobo, la epopeya de un pueblo. Y es éste, -el pueblo humilde y sufrido en cada ser- otra presencia genuina de aquel Cid (Jean), su multitudinaria voz, el concentrado gesto, la batalla cotidiana de una tradición testimonial: la patria hecha trabajo y sudor bolivarianos.
Sus expresiones poéticas no transigen jamás en ser un cántico para el lujo y la “alta sociedad”: muy por el contrario, argumenta el autor, es alerta siempre lo que se exclama a plena conciencia, lo que urge a la fidelidad democrática en América, ésa que han dejado los héroes y que han heredado los pueblos, a pesar de quienes la zahieren y relegan en piras de la oligarquía.
“Eres conjuro de fuerza en tus obreros, eres conjuro de esperanzas en tus niños” (Pág. 52).
“Eres conjuro de fuerza en tus obreros, eres conjuro de esperanzas en tus niños” (Pág. 52).